domingo, 25 de octubre de 2015

The Martian






  Optimismo espacial
por Alba Varón

Esperaba otra cosa. Sí, no sé porqué, pero viniendo del director de Alien, el 8º pasajero (1979) y Blade Runner (1982), y con ese título de The Martian esperaba la aparición de vida alienígena. Marcianitos, vaya. Partiendo de que mis expectativas no iban a ser cumplidas asumí que debía prestarme al juego comercial del director y disfrutar de lo que me ofrecería la peliculita.

Todo el mundo sabe de las maravillosas creaciones del comercial Ridley Scott y de cómo no ha logrado llegar a semejante altura en sus actuales películas. Muchos años ya desde aquel entonces (exceptuando quizá American Gangster (2007). En este caso se ha basado en la  novela de Andy Weir The Martian, publicada en 2011. Con el "escaso" presupuesto de 110 millones de dólares y de la mano del guionista Drew Goddard, realizador de La cabaña en el bosque (2012) debería dejar con la boca abierta cual Interestellar (2014), de la cual inevitablemente se deberá comparar por cercanía temporal.

Nos encontramos en un futuro cercano en el que el hombre ya ha llegado a Marte. El astronauta Mark Watney, por causas un poco inciertas pero bien explicadas por los guionistas, se queda en el planeta después de ser abandonado por su tripulación tras una tormenta. Cualquiera pensaría que va a morir, obviamente. Pero ¡ojo!, da la casualidad de que este hombre es biólogo, físico, mecánico y un largo etcétera. Sí, tiene muchas posibilidades de sobrevivir en un planeta en el que jamás se ha cultivado nada, no hay oxígeno y es imposible establecer comunicación con la Tierra. Pero el protagonista se enfrentará a una serie de peripecias que solventará como un hombre tan práctico como él pueda. Matt Damon logra transmitir el optimismo y la alegría del protagonista, quizá peca demasiado de ser tan alegre en un planeta donde estará en soledad durante años, pero a ver, pensémoslo, hay gente así por el mundo, por lo tanto, vamos a creerlo un rato. A pesar de ser todo un experto, resulta que no se toma en serio nada.

Tanto la impactante fotografía de Dariusz Wolski, la banda sonora de Harry Gregson-Williams, acompañada de las canciones disco de los setenta al estilo ABBA o el maravilloso diseño artístico de los interiores de la nave de la NASA son algunos grandes aciertos que nos permiten disfrutar de una estupenda y amena experiencia para los sentidos.

Pero claro, no le pidamos de todo al pobre Scott, el personaje no nos transmite ese miedo a la inmensidad del espacio o tampoco empieza a embaucar con no creíbles paradojas temporales, extrañas y magníficamente increíbles al estilo Nolan. No, aquí la parte de “hombre-solo-en-un-planeta-nuevo” casi se olvida y se aumentan las explicaciones científicas, tanto que hasta al final te crees que algo imposible pueda ser verdad (no como en Nolan, claro). La película pierde bastante ritmo cuando la acción se traslada a la Tierra, explicando continuamente al espectador cómo van a rescatar al pobre astronauta. No me convencen del todo los secundarios, exceptuando a la magnífica y férrea capitana de la nave espacial que abandonó al protagonista en Marte. Jessica Chastain lo borda, como siempre, llega a transmitirnos el carácter de hierro del personaje y sus hondas preocupaciones.

Pese a todo esto The Martian es divertida, un producto comercial entretenido que te hace reír en algunos momentos por las continuas gracias de su protagonista (otra cosa es ya darle el Oscar como he leído por ahí), pero que no ahonda en la vertiente más profunda de estar completamente incomunicado en la inmensidad del espacio. Aunque, claro, tampoco es esto lo que busca Scott. Y se nota.


  EE.UU.2015. T.O.: The Martian Director: Riddley Scott Fotografía: Darius Wolski  Productora: Twentieh Century Fox/Scott Free Música: Harry Gregson-Williamsm. Reparto: Matt Damon, Jessica Chastain, Kate Mara, Jeff Daniels  Duración: 142 minutos. Ciencia Ficción. Drama, Aventura Espacial.

martes, 20 de octubre de 2015

Regresión


Trastorno y Naufragio



Al fin lo hice, sí. No podía resistir la tentación que se removía en mi interior. Una semana en cartel, y Regresión (Alejandro Amenábar, 2015) ya había sido causante de una auténtica reyerta dialéctica entre los afines a la crítica cinematográfica. Un aluvión incesante de opiniones irrumpió en escena estrepitosamente, arrancándonos de nuestra ensoñación pasajera. Y es que el último film de Amenábar ha producido urticaria emocional a más de uno. 

Tanto era así, que quería comprobarlo, experimentarlo en primera persona, y así sumergirme en la vorágine colectiva que se había generado. Me juré en principio (y me perjuré al final) que no acudiría "contagiado" a la sesión, pues nunca me ha agradado posicionar mi mente en la apacibilidad que reporta la "cuarentena subjetiva". Pero, en ocasiones, bien es sabido que resulta difícil, por no decir imposible, trazar una línea divisoria tajante que separe al individuo de la opinión del grupo. Con semejante quebradero de cabeza, ocupé una butaca de un concurrido pero poco entusiasta cine de barrio. Quién me iba a decir que aquella tarde asistiría a una "revelación". 

¿Cómo describir la sensación que recorrió mi cuerpo? ¿Acaso se asemejaba a un escalofrío causado por un desaforado estupor? ¿O más bien se trataba de una indigestión con miras a desembocar en la más terrible pesadilla nocturna? En cualquier caso, de una cosa si que no me cabe la menor duda: me siento muy afortunado de haber asistido a ver Regresión, pero, sobre todo, de haberlo hecho en una sala de cine "low cost" (¡vivan estas iniciativas!). 

¿Por dónde empezar a cubrir esta llamativa y escorada peripecia? La historia nos sitúa en la región americana de Minessota, en plena década de los 90. Bruce Kenner investiga un truculento caso en el que la joven Ángela acusa a su padre de haber cometido un grave crimen, que causa en Ángela un profundo trauma. Para ello, el detective se embarca en el asunto junto con el Dr. Raines, un psicólogo experto en tratar recuerdos reprimidos. Ambos intentarán poner luces sobre las sombras proyectadas por una supersticiosa comunidad. 

Hasta aquí, uno puede sentirse atraído por la originalidad del esqueleto narrativo. Pero se queda en eso. Después la sensación se desvanece tan rápidamente como había aflorado. El guión flojea por todos los flancos; unas conversaciones "inertes", carentes de fondo, enmarcan las interacciones de los personajes; los tópicos se suceden con tanta reiteración que a más de uno le habrá supuesto una risa ahogada o un sonrojo de vergüenza ajena; hay referencias a iconografía y simbología de la que el espectador ya es experto emérito (véase, por ejemplo, la referencia a que los grupos de determinado género musical están relacionados con el satanismo; aburre). Además, en algunos instantes del film, el montaje se muestra caótico e inconexo y, en cierto modo, revelador del desenlace. Totalmente inadmisible en un thriller psicológico. 

Y llegamos al tema estrella: las interpretaciones. No me explayaré demasiado, pues lejos de mi voluntad queda el ensañamiento. No obstante, merece la pena detenerse sobre algunas "guindas" que aparecen a lo largo del metraje. Llama mucho la atención la transición psicológica tan acentuada que experimenta el personaje de Ángela (encarnado por Emma Watson), pues evoluciona de una creíble inocencia inicial a un marcado y forzado cambio de carácter, que no comentaré para los que todavía no hayan visto la película. El detective Kenner (al que da vida Ethan Hawke) es el maestro entre maestros de los tópicos: la recurrente figura del poli malo, que se rige por sus principios racionales, pero que, y al mismo tiempo, se muestra tierno y sentimental con los desamparados. Y qué decir del Dr. en psicología, ensimismado en sus teorías e incursiones científicas, interpretado de forma notable por David Thewlis. 

Pero no todo es malo en el infierno. En el film destacan algunos motivos, muy propios de la filmografía de Amenábar. De entre todos ellos, el más pronunciado es el aspecto visual, compacto y bien construido. La fotografía es impecable. En este ámbito, Regresión pone sobre la pantalla una sucesión de impactantes imágenes, que hacen honor a los clásicos del género. Y no es para menos. No recordaba haber sentido tanta tensión y malestar en meses (y ello contando con el hecho de haber visto reciente cine de "terror"); aparecen algunas escenas con las que incluso los menos susceptibles sentirán erizarse el vello. 

En fin, un largometraje en el que Amenábar peca de pretencioso, llegando, tan solo, a lo meramente aceptable. Se cuenta una historia curiosa, pero totalmente desarticulada. El artificio deja paso, en un abrir y cerrar de ojos, a la incomprensión del espectador ante lo que está presenciado. Mucho ruido y pocas nueces.  


 España.2015. T.O.: Regresión. Director: Alejandro Amenábar. Fotografía: Daniel Aranyó.  Productora: Coproducción España-Canadá; MOD/ Himenóptero/ First Generation Films/ Telecinco CinemaMúsica: Roque Baños. Reparto: Ethan Hawke, Emma Watson, Aaron Ashmore, Devon Bostick, David Thewlis, Dale Dickey, Aaron Abrams, Adam Butcher, David Dencik, Matija Matovik, Kristian Bruun, Janet Porter, Goran StjepanovicDuración: 106 minutos. Intriga. Thriller. Sectas. Años 90. Basado en hechos reales.

viernes, 16 de octubre de 2015

Getting Any?


Lo hilarante de lo absurdo, a la japonesa

    por Pablo J. García


Diecinueve años antes de dirigir su estupenda ópera prima, Violent Cop (1989), y comenzar una etapa que lo llevaría a ser uno de los gurús del cine mundial, Takeshi Kitano se hizo popular en Japón por formar parte de un grupo cómico conocido como Two Beats. Tras su disolución, Kitano prosiguió con su éxito y se convirtió en uno de los cómicos y personajes televisivos más representativos de su país gracias a trabajos como presentar el show Takeshi Castle (Humor Amarillo en España), realizar el papel principal de la serie televisiva cómica Oretachi Hyokin-zoku, o interpretar a un sargento en Merry Christmas, Mr. Lawrence (1983) del maestro Nagisha Oshima. Dada esta dedicación inicial a la comedia, puede resultar extraño que gran su cine se caracterice por una violencia sin escrúpulos y un drama melancólico, nihilista y en apariencia frío. Esto es lo que diferencia Getting Any?, una comedia de principio a fin, de casi toda su filmografía, y una de las razones que la convierten en una auténtica joya.

El film sigue una estructura muy simple. Asao, un joven cándido y bastante bobo, quiere acostarse con una chica. Durante el transcurso de la cinta, le vienen la mente varios sueños o ideas para conseguir su propósito, como tener un coche, hacerse un actor famoso o convertirse en un piloto de aviones. Éstas son de lo más improductivas, aunque a él le parezcan de una coherencia trascendental, y dividen el film varios capítulos. Cada propósito encabeza un capítulo, repleto de vanos intentos por conseguirlo. 

La película no se sustenta por su cautivador y reflexivo argumento, éste sólo una excusa para dar pie a un ritmo incesante de gags de lo más carcajeantes. No hay más pretensión argumental que la de hacer reír al espectador. No importa el qué, sino el cómo, y ese cómo es de lo más jocoso y atractivo. Los gags se suceden a un tempo trepidante, sin el silencio o los garbosos tiempos muertos habituales de Kitano. El resultado es un desfile incesante de un divertidísimo humor tremendamente absurdo con un un sabor muy nipón (los pequeños frikis/otakus que hemos mamado manga y anime, reconoceremos ese tipo de humor sin demasiado sentido que no tiene miedo al sexo ni a los pervertidos), que de alguna manera está repleto de inteligencia. 

Nos reiremos de todo, del sinsentido, de los tópicos, de los cameos a Godzilla, La mosca, Los cazafantasma, Zatoichi (personaje que años después interpretaría, escribiría y dirigiría en Zatoichi, 2003), El lobo solitario y su cachorro y muchos más. Éste es el único inconveniente de la cinta, en un contexto mundial, pues no podremos captar algunos detalles al no conocer profundamente la cultura japonesa. No obstante, en ningún caso esto impide entender las cosas ni desmerece al filme. Lo único que podrás hacer es reírte; y cuando termines esta joya infravalorada de desmerecida repercusión, sólo te preguntarás: ¿por qué Kitano no hace más cosas como ésta?

 Japón. 1994. T.O.: Minna YatterukaDirector: Takeshi Kitano. Música: Senji Horiuchi, Hidehiko Koike Fotografía: Katsumi Yanagishima  Productora: Office KitanoReparto: DankanMoeko EzawaHakuryuTokie HidariHideo HigashikokubaruYojin Hino,Beat Takeshi (Takeshi Kitano)Susumu TerajimaRen OsugiMinoru IikuzaShouji KobayashiYuuji MinakataTetsuya Yuuki.  Duración: 108 minutos. ComediaParodia. Comedia absurda

viernes, 9 de octubre de 2015

Veinticuatro ojos



Miradas vendadas


Hacer una aproximación histórica, recrear escenarios momentáneos a través de la gran pantalla, no es tarea sencilla. Conseguir reconstruir personalidades que desborden sensaciones de temor, inquietud, pesar o esperanza idénticas o, si se prefiere, comparables a las que en su día vivieron los personajes encarnados, es una cumbre al alcance de muy pocos. 

El cine japonés no es extraño a esta consideración y, muy en especial, su generación perteneciente a la segunda mitad del pasado siglo. El compromiso que muestran los realizadores de la mencionada etapa con las experiencias vividas por su nación (en concreto, en las más oscuras décadas precedentes) es una de las características más llamativas de sus carreras fílmicas. 

Este es el caso de una de las películas que más reconocimiento ha obtenido por parte de la crítica nipona (y más recientemente, también de la occidental). Nos referimos a Veinticuatro ojos (Keisuke Kinoshita, 1954). En este film, Kinoshita realiza un magnífico retrato social, tanto de una comunidad sumida en los más hondos valores tradicionalistas, como del encuentro de la misma con los avatares del pensamiento más aperturista. Efectivamente, el argumento nos lleva a la vida de una pequeña isla llamada Shodoshima en la que impera un angosto ambiente rural y costumbrista, y nos relata las consecuencias que tiene la llegada de una joven y moderna profesora de ciudad, la señorita Oishi, con el propósito de impartir clases de primaria. Y he aquí uno de los aspectos más curiosos y llamativos del film y, en mi opinión, uno de sus grandes aciertos: la confrontación entre tradición y modernidad. Así las cosas, tan pronto como la profesora entra en escena, los recelos no tardan en aflorar entre los aldeanos, fruto de ese choque de "culturas" tan pronunciado en la sociedad del momento. 

Pero Kinoshita va más allá y profundiza en las raíces del contexto. A lo largo del metraje, la génesis del drama la va perfilando a través de sus protagonistas; Oishi y sus pequeños alumnos. Es entonces cuando la temática sitúa su centro de gravedad en dos puntos clave. Por un lado, la condición paupérrima en la que se ven obligados a vivir los habitantes de Shodoshima. Por otro, los ideales y el pensamiento que presidía el mundo nipón (un exacerbado amor por la patria y un desmedido sentido del "deber" y del honor). La articulación de ambos factores es un fascinante recurso, ya que, y como podemos observar, influyen de forma decisiva en el crecimiento de los niños y determinan sus elecciones vitales, hasta el punto de terminar por conducirlos a los más fatales destinos. 

A raíz de ello, los personajes son arrastrados a (sobre)vivir en las más trágicas situaciones familiares y personales, hecho que afecta de lleno a Oishi, la cual se ve invadida por un funesto sentimiento de impotencia al comprobar que sus inmejorables intenciones poco pueden hacer para solventar los dramas que se van sucediendo. Las interpretaciones al respecto rozan la excelencia. 

Quizás, uno de los puntos flacos de la película sea una aparente descompensación en el desarrollo de cada uno de los personajes. No obstante, el guión muestra una compacta construcción, a lo que se une el uso (a modo de estandarte) de un crudo realismo social, que sirve para enfatizar el relato y hacernos partícipes del mismo. 

Sin duda, el sórdido mensaje que quiere transmitir este film, de necesario visionado para todo amante del séptimo arte (y del arte en general), es ese grito que clama contra lo irracional, contra la barbarie que puede derivarse del "ideal". Kinoshita, al igual que sus coetáneos, infunde en sus creaciones un claro cometido contra el belicismo y el imperialismo militarista (una de las mayores lacras de la historia de Japón), contraponiéndoles la razón y la educación en valores. Y lo bello de la cuestión es que acomete dicha labor mediante un gélido golpe de viento. 




 Japón. 1954. T.O.: Nijushi no hitomi. Director: Keisuke Kinoshita. Fotografía: Hiroyuki Kusuda.  Productora: Shochiku Kinema Kenkyû-jo. Música: Chuji Kinoshita. Reparto: Hideki Goko, Hideko Takamine, Yukio Watanabe, Makoto Miyagawa, Takero Terashita, Kunio Sato, Hiroko Ishii, Yasuko Koike, Setsuko Kusano, Kaoko Kase, Yumiko Tanabe, Ikuko Kambare, Hiroko Uehara. Duración: 154 minutos. Drama, Años 20, Años 30. II Guerra Mundial, Enseñanza.


domingo, 4 de octubre de 2015

Chef




Menú del día
por Miguel Ángel Gomis



Chef 2014, un largometraje donde la frescura y el sabor es el sazonador de todas sus escenas. Tras verlo como director de taquillazos como las dos primeras partes de Iron Man, Jon Favreau ha sabido crear como guionista, director y protagonista  una historia basada en la autosuperación, o mejor dicho en la autoregeneración, tras la enfermedad de la “rutina creativa” como dice el propio personaje de la película, Carl Casper, un chef arrastrado por la tortura del capital, que le lleva a obedecer ciegamente a todo aquel que proporcione cosas tan fundamentales pero a la vez triviales como el dinero, la fama y la reputación.

Gran concepto este último, pues la reputación es crucial para el protagonista, una reputación tan tambaleante como efímera en esta sociedad donde el mundo ON te puede dejar OFF en lo que se escribe un Tweet. ¡Exacto! Se trata de las amigas/arpías que llamamos redes sociales. Tratándose de unas democracias  tan crueles para las personas como beneficiosas para el ego, nunca se sabe donde pueden colocarte, pues tan rápido te acribillan como te ensalzan en el podio contemporáneo llamado “trending topic”. Mas no es tan sencillo como ser bueno o malo, pues lo que piensen los demás de nosotros importa, y quien diga lo contrario miente, el ser humano como animal que quiere sobrevivir a esta ilusión perenne llamada realidad no está preparado para interiorizar impactos negativos de nosotros mismos y menos que se viralicen nuestros errores por el ciberespacio, acaeciendo esto mismo al chef, calcinando lo poco que daba sentido a su vida.

Jon Favreau muestra a un hombre con un potencial desorbitado, una habilidad creativa cocinada en las raíces del Miami de su exmujer y de su hijo, en el profundo aroma de su América querida, en el populismo culinario, pues basa sus recetas en la búsqueda de esa cosa que representa a la población inmigrante y trabajadora, en definitiva a la clase popular que fusiona códigos de sus países de origen con los Americanos creando esa mezcla con la que se caracteriza esas tierras del sur de la América llena de "oportunidades", reflejándose en ingrediente llenos de color y música salpimentada de trompetas y saxofón. Todo ello reflejado en imágenes que ensalzan la virtud del hombre como enamorado de la vida y ladrón de lo que ofrece esta para satisfacer las demandas de los sentidos y del corazón.

La búsqueda de los sueños, la creación de los lazos y el horneado de la personalidad se refleja a través de un viaje de costa a costa de los Estados Unidos en un viejo camión de comida rodante, recurso tan utilizado desde la Odisea de Homero que huele a rancio, pero que es llevado a buen destino gracias al planteamiento ameno de las escenas y una interesante banda sonora, compuesta por sonidos latinos. Ahora, debo decir que no esperéis un guión brillante, pues la creatividad que exige Carl como artista de los fogones no la ha exigido Favreau como director y guionista de la película.

A pesar de todo ello se trata de comida ligera y refrescante para todos aquellos que quieran probar una ración de alegría:

Carl Casper Chef 2015:

“no necesito guías, necesito espacio”



  Estados Unidos. 2014. T.O.: Chef. Director: Jon Favreau. Fotografía: Kramer Morgenthau.  Productora: Open Road Films / Aldamisa EntertainmentReparto: Jon FavreauSofía VergaraJohn LeguizamoScarlett JohanssonOliver Platt,Bobby CannavaleDustin HoffmanRobert Downey Jr.Amy SedarisGarry ShandlingEmjay AnthonyMinn VoTeebone MitchellMaria F. BlancoJulian Graham  Duración: 115 minutos. Comedia, Familia, Cocina.