Los viejos rockeros
nunca mueren
Por Federico Gadea.
Harry el Sucio. Éste
film es tomado en no pocas ocasiones como el punto de arranque
hegemónico de lo que será una figura titánica dentro de la
industria del celuloide, una declaración de las futuras intenciones
con sus tintes y matices que marcarán la trayectoria de Eastwood.
Y es que con tan sólo pronunciar su apellido nos vienen a la mente
cientos de interpretaciones en miles de minutos condensados
plásticamente, una especie de constelación donde esos puntos o
interpretaciones brillantes no son inconexos, sino que comparten un
mismo patrón. Sí, amigos, ya sea con un poncho o en sus últimos
papeles en plena senectud, Eastwood
es un tipo duro, muy duro.
Como
no podía ser menos, Eastwood
interpreta a Harry Callahan, un policía recio donde los haya, tanto
por su carácter como por sus métodos a la hora de impartir
“justicia”,
los cuales siempre están al límite de la legalidad, siendo casi más
un forajido que un agente de la ley. Es más, dicha condición de antihéroe no hace más que evocar al superhombre de Nietzsche; y no, no nos
referimos al hombre de la capa roja y ropa interior por fuera, sino
más bien a alguien con unas propias convicciones y normas morales
que se apartan a veces de lo políticamente correcto y que prefiere
actuar frente a los avatares. Lo importante es siempre la acción. Si
tienes un atasco en las tuberías o basura que sacar, Callahan es tu
hombre. En
Harry el Sucio, el espectador se puede encontrar con todo tipo de
tintes y clichés no sólo del cine, sino de la cultura y la sociedad
americana por doquier, arquetipos repetidos hasta la saciedad en
muchas otras películas de los años 70 hasta la actualidad o incluso
series. Merece especial atención no sólo la materia, sino la forma en
su tratamiento. Puede ser considerada un hito del cine de acción,
concretamente de las policíacas, donde se ha asentado la fórmula de la extraña
pareja de detectives tan dispares que acaban complementándose y
atrayéndose como polos magnéticos de una batería. En la retina de
todos permanece el recuerdo de míticas parejas como en Arma
Letal,
Tango
y Cash,
Seven
o incluso en series como Corrupción
en Miami
o la incontestable True
Detective.
Pero
el film no sólo son tiros y acción, como se puede encontrar en los
tan tediosos blockbusters
actuales; da un paso más allá, ofrece una lectura interna profunda,
ya que muestra una clara preocupación. Don
Siegel
logra crear una atmósfera en su película la cual pretende ser una
crítica profunda, bajo un contexto o momento de crisis, curiosamente
son las peores y cuasi horas bajas del cine, atrás queda la
vanagloriada época dorada de Hollywood de décadas anteriores, que
enlaza con una situación de crisis política y moral de EEUU. Puede
que de todas las crisis aquellas en las que el ser humano parece inefablemente condenado
a verse horrorizado ante situaciones en las que sus ejes vitales, su sistema
de valores y sus puntos de referencia morales son derribados sean las
peores. La preocupación es evidente, estéticamente se acerca al
espectador un mismo mundo con dos realidades bien distintas, un mismo
plano con dos enfoques contradictorios,
primando los contrastes. Por un lado lo pulcro, lujoso de los
despachos y, por otro, lo oscuro, lo marginal, lo subterráneo. Nos
muestra una ciudad plagada de miseria, de corrupción, de
delincuencia, de seres nocturnos, maleantes y prostitutas. Muestra de
ello es que en una escena el capitán de la policía se está
probando un traje impoluto mientras Harry está sudando detrás del
asesino, pasando a una reflexión a modo de chascarrillo de por qué
le llaman Harry el sucio donde
la luz del día tiene la misma importancia que la infinita oscuridad,
alegoría de que el Sueño Americano plagado de cafeterías de comida
rápida, institutos, estadios de deportes por la noche tiene un uso
diametralmente opuesto. Una visión dantesca de la realidad, un
personaje que emprende un viaje en el que el fin no es atrapar a
un delincuente, sino más bien salvar su alma o lo poco que queda de ella, un
descendo
ad ínferos,
donde cabe destacar una toma que baja por el túnel del metro y al
final ve una luz, tratando de salvar a una víctima hasta dar frente
a una cruz enorme redentora donde le aguarda el pecado.
Como
no puede haber un héroe sin su némesis, o una tesis sin su antítesis, Andrew
Robinson interpreta
de forma desmedida e inconmensurable a Scorpio,
personaje
dentro de este rastro mitológico vemos la clara influencia que tuvo
en un film bastante posterior como es Zodiac.
Dicha interpretación, al alcance de muy pocos, hace que se convierta
en el leitmotiv del protagonista: no se entiende a uno sin el otro y
parecen claros opuestos, ya que lo único que legitima a uno de ellos
es el uso de una placa. Ese delincuente fuera de lo común que anda
suelto por la ciudad de San Francisco tan solo puede ser detenido por
otro monstruo. Scorpio,
ese psicópata, inestable, caótico, una fuerza arrolladora pero que
guarda coherencia dentro de ese caos. Dentro de esa impronta que ha
dejado el film, si lo analizamos con perspectiva, la relación entre
Harry
y Scorpio
ha llegado a perpetrarse y tener progenie, como si se alargara en el
tiempo hasta llegar a la que tienen Batman y el Jocker en la última
adaptación del Hombre murciélago de Christopher
Nolan,
puede que imaginemos a Heath
Ledger
revisionando el grito perverso de Andrew
Robinson
para contagiarse de su locura.
En
definitiva y parafraseando a otra película de tipos duros, es una
película que debería estar en un museo al igual que sus actores, ya
que para muchos quedará grabada la imagen de Harry empuñando su
magnun del 44 y su ya célebre frase: “Vamos, alégrame el día”.
Estados Unidos, 1971. T.O. Dirty Harry. Director: Don Siegel. Guión: Harry Julian Fink, R.M. Fink, Dean Reisner. Música: Lalo Schifrin. Fotografía: Bruce Surtees. Reparto: Clint Eastwood, Harry Guardino, Reni Santoni, John Vernon, Andy Robinson, John Larch, Mae Mercer, John Mitchum, Woodrow Parfrey, Josef Sommer. Productora: Malpaso Company / Warner Bros. Pictures. Duración: 102 minutos. Thriller. Acción | Policíaco. Crimen. Asesinos en serie.
Estados Unidos, 1971. T.O. Dirty Harry. Director: Don Siegel. Guión: Harry Julian Fink, R.M. Fink, Dean Reisner. Música: Lalo Schifrin. Fotografía: Bruce Surtees. Reparto: Clint Eastwood, Harry Guardino, Reni Santoni, John Vernon, Andy Robinson, John Larch, Mae Mercer, John Mitchum, Woodrow Parfrey, Josef Sommer. Productora: Malpaso Company / Warner Bros. Pictures. Duración: 102 minutos. Thriller. Acción | Policíaco. Crimen. Asesinos en serie.
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