Cuando
la realidad supera a la ficción
Por Davina Santos.
A veces ocurre con las leyendas vivas
que olvidamos que siguen entre nosotros. Me sucedió hace poco cuando vi el
surrealista spot de Atresmedia en el que se anuncia el encuentro en el que
participa Gorbachov: ¿pero este hombre
sigue vivo? me pregunté, extrañada, y lo mismo me ha pasado con Al Pacino
al enterarme de que iba a estrenar una nueva película: ¿pero sigue actuando? A pesar de ser admiradora suya, la verdad es
que le había perdido completamente la pista. Por ello, consulté el buscador de Filmaffinity
para ponerme al día y fue entonces cuando empecé a entender los motivos de su
misteriosa desaparición: si repasamos su filmografía durante estos últimos
años, hallamos poco más que un par de participaciones puntuales en comedias
románticas como Una relación peligrosa
(2003) y Jack y su gemela (2011) y numerosos
intentos de volver a meterse en la piel de un tipo duro a
través de papeles en películas de títulos tan altisonantes como mediocres: Apostando al límite (2005), Asesinato justo (2008), Tipos legales (2012)... Es por esto que
pocos son los trabajos en los que ha colaborado Al Pacino en estos últimos años
dignos de mención, exceptuando Descubriendo
a John Cazale (2009), en la que es entrevistado con motivo del homenaje al
actor que encarnó a Fredo, el eslabón más débil de los Corleone, y No conoces a Jack (2010), un telefilme
que busco y disfruto de inmediato, aunque no sin antes percatarme de que el
director es el mismo que el de La sombra
del actor: Barry Levinson.
Este hecho, unido a su bajo presupuesto
(la película fue rodada a lo largo de veinte días, buena parte de ella en la casa
del propio Levinson), permiten colegir que se trata de un proyecto personal,
llevado a cabo por un actor que no pasa por su mejor momento con la ayuda de un
director que confía en él. Y, en efecto, baste ver la película para comprobar
que Al Pacino, un apasionado del teatro, se emplea a fondo en esta adaptación
de The Humbling (2009), la
controvertida novela de Philip Roth en la que un actor, Simon Axler, sufre un
bloqueo durante una actuación y se hunde en una terrible depresión, ingresando
en una clínica para después aferrarse al ¿amor? de una lesbiana que bien podría
ser su hija (o su nieta) para salir a flote, tanto a nivel profesional como
personal, puesto que Simon es incapaz de separar el arte de la vida, de
dilucidar entre la realidad y la ficción, como el propio espectador en las
escenas finales.
Así, La sombra del actor, que Enric Albero ha calificado de “la cara B
humilde ese single grandilocuente que es Birdman
(2014)”, nos sitúa de nuevo frente a un actor a la deriva que ha sido
fagocitado por el personaje que interpreta. Pero hay que evitar caer en la
simplificación: no obstante su estructura en apariencia caótica y alguna escena que se
diría cortesía de Iñárritu -esa en la que Simon ruega al portero del teatro que
le deje pasar, intentando convencerle de que es el actor principal, para ser más precisos- La sombra del actor goza de entidad
propia, en parte gracias a un brillante uso de la ironía y la comicidad que
realza el componente dramático de la obra al mismo tiempo que rebaja la
gravedad de la acción cuando esta corre el riesgo de sobrecargarse, manteniendo
el ritmo a raya.
Dicho esto, es preciso subrayar la
minuciosidad con la que Levinson plantea la relación entre el teatro y la vida,
anticipada en la escena de apertura, donde una mano de pulso inestable graba a Simon
recitando el segundo acto de Cómo gustéis,
de Shakespeare (“All the world’s a stage, and all the men and women merely
players…”) frente al espejo. De este modo, los
personajes que rodean a nuestro protagonista conforman todo un abanico de figurantes que interpretan papeles que se han autoasignado:
la compañera del sanitario mental, completamente perturbada, metiéndose en la
piel del que podría haber sido el Bruno de Patricia Highsmith en Extraños en un tren, Greta Gerwig
decidiendo ser una mujer “plenamente heterosexual” y dando rienda suelta a su
fantasía infantil con el amigo de sus padres, Dianne Wiest creyéndose Sally
Jupiter en Watchmen y encasquetándole
al lastimoso protagonista el papel del Comediante… En fin, todos, tan
histriónicos que en ocasiones confunden al propio Simon, ansían ser los
protagonistas de la obra del siglo con sus pequeños dramas personales.
Por último, es de notar la excelente
actuación de Al Pacino, capaz de oscilar entre una amplia variedad de
registros con el fin de (re)interpretarse a sí mismo en tanto que juguete roto de la industria del cine, como ya hizo Gloria Swanson en El crepúsculo de los dioses (1950), de Billy Wilder. De esta manera, nuestro actor provoca a través de la asunción de la derrota por parte del personaje al que da vida su resurgir
fuera de la pantalla ante los ojos del espectador, que no puede sino rendirse
ante un final soberbio. En efecto, el Al Pacino maduro y consciente de su
decrepitud que nos muestra La sombra del
actor es el Al Pacino más exuberante y lleno de vida que hemos tenido la ocasión de apreciar en años,
paradójicamente. Es por este motivo, principalmente, por el que merece la pena
el visionado de esta modesta película, incluso (o, precisamente, en especial) para
los escépticos de Birdman, entre los
que me incluyo.
Estados Unidos,
2014. T.O.: The Humbling. Director: Barry Levinson. Guión: Buck Henry, Michal Zebede (Novela:
Philip Roth). Música: Marcelo Zarvos, The Affair. Fotografía: Adam Jandrup. Reparto: Al Pacino, Greta Gerwig, Dianne
Wiest, Kyra Sedgwick, Charles Grodin, Dylan Baker. Productora: Millennium Films / Ambi Pictures /
Hammerton Productions. Duración: 112 min. Género: Drama. Teatro.